Nadie nos prepara para el impacto emocional y psicológico que suele generar el diagnóstico de una enfermedad como el cáncer. Es un momento abrumador que significa enfrentar una nueva realidad que no estaba en nuestros planes. Por lo que resulta muy fácil sentirse desbordado, perdido y no saber bien cómo reaccionar ante ello.
Sabemos que la palabra “cáncer”, automáticamente llama al miedo, a la ansiedad, a la impotencia y al reconocimiento de que todo puede cambiar en un segundo. Este tsunami de emociones no solo se produce en la persona que tiene la enfermedad, por el contrario, la familia y amigos más cercanos también pueden sentirse consternados y con poca esperanza. Al menos en el momento de la noticia.
Por ello, en María D’Uol comprendemos que vivir de primera mano el diagnóstico de un ser querido es una experiencia dolorosa donde, además, se suman todas estas emociones que se generan en el transcurso del proceso.
En María D’Uol queremos darte la mano si estás atravesando por esta dura situación, y compartirte algunas recomendaciones para que puedas ser el apoyo que esa persona necesita.
Los familiares y personas cercanas al paciente juegan un papel fundamental en el primer momento y también a lo largo de su tratamiento.
Muchos piensan que su malestar no es importarte y, por lo tanto, deben ocultar sus emociones para no hacer aún mayor el problema. Sin embargo, el sentir de quien tiene un familiar con este padecimiento es igual de válido y merecen toda la atención y cuidado.
El proceso de las emociones
Imagínate encontrarte en un momento de estabilidad y, de repente, aparece la crisis con el diagnóstico. Se suceden una serie de emociones que comienzan con la negación de la realidad, la negación de la enfermedad y el miedo. Las siguientes etapas emocionales son la rabia y la tristeza y, finalmente, alcanzamos la deseada aceptación de la situación. Es como las etapas del duelo. Situación donde sentimos un proceso parecido.
Esa toma de conciencia con la nueva realidad nos ayuda con el reestablecimiento emocional que nos permite seguir viviendo y permitirnos ser felices, a pesar del diagnóstico.
Acepta tus emociones
En situaciones difíciles solemos lidiar con un sinfín de emociones y sentimientos que no sabemos cómo controlar o gestionar, por lo que no es útil tratar de no sentir nada. Cuando ignoramos o reprimimos nuestras emociones, estas suelen intensificarse y volverse cada vez más difíciles de sobrellevar.
Ten en cuenta que las emociones son un proceso natural y que la tristeza, rabia, y el temor, son tan válidos como la felicidad o la tranquilidad. ¡Y necesarias! Sentirlas y aceptarlas no te hacen una persona débil, no te sientas culpable por ello.
Nadie está preparado para actuar ante los momentos difíciles que nos llegan. Por eso, no tienes que ser capaz de todo, ni debes hacerlo todo a la perfección. Sé tolerante contigo, acéptate y date permiso a ti mismo para sentir rabia, miedo, dudas o ganas de llorar.
Comparte lo que sientes, cuando estés preparado
Así como es importante reconocer tus emociones, es necesario que halles la forma de expresarlas, y la mejor forma de conseguirlo es compartiéndolas con otros. Esto no quiere decir que debas hablar con todos los que te rodean, sino que intentes buscar a personas de tu confianza para expresar sobre los sentimientos que estén embargado tu cuerpo y tu mente.
Déjate ayudar, aunque a veces cueste
Muchas personas realizan esfuerzos sobrehumanos para poder llevar a cabo todas las tareas por temor a perder el control. Por ello, hablar y buscar ayuda, te permitirá aliviarte de lo que realmente te preocupa. En María D’Uol lo sabemos bien.
No tengas miedo de pedir ayuda a las personas de tu alrededor cuando lo necesites, ya sea para apoyarte con algunos quehaceres, una llamada de sosiego o, simplemente, para pedirles que te sean de compañía.
Controla tus pensamientos
Los pensamientos negativos son los que más suelen atormentarnos en el día a día, y empeoran ante el diagnóstico de una enfermedad importante como lo es el cáncer. Esta actitud puede hacer más frecuente que los diálogos internos se encuentren invadidos de pensamientos poco realistas, que solo permiten crear y mantener un sufrimiento innecesario.
Por ello, no te anticipes a problemas de los que no tienes certeza, y analiza las situaciones de la forma más objetiva posible para buscar la mejor solución y prepararte para hacerles frente.
A través de estudios se ha podido comprobar que el talante optimista y el abundante pensamiento positivo, ayuda a los familiares y al paciente.
Mantén activa tu mente y tu cuerpo
La mente ocupada en actividades útiles y agradables te ayudarán a controlar los pensamientos dañinos. Esto no solo será favorable para evitar analizar demasiado las situaciones, sino también para impedir que se generen problemas de salud mental más nocivos como la depresión y la ansiedad descontrolada.
Por ello, si te sientes especialmente colapsado por la situación y no te sientes capaz de afrontarla con serenidad, intenta buscar ayuda profesional. No pasa absolutamente nada por apoyarte en alguien que te ayude a calmar tu situación emocional.
La información es poder
La primera reacción ante un diagnóstico de cáncer es el miedo y el desconcierto por el sentimiento de no saber qué va a pasar, o por el simple desconocimiento de los pasos a seguir. En este sentido, la comunicación se vuelve imprescindible para lograr entender y afrontar la batalla.
No tengas miedo de formular todas las preguntas que pasen por tu cabeza, al médico. Aunque existe mucha información general sobre el cáncer en diversos medios, sobre todo, en internet, el médico es quien conoce la enfermedad de tu ser querido y sus circunstancias. Y la información que encuentres en línea no siempre te será útil o veraz. Si vas a buscar información en internet, coteja siempre la información y búscala en sitios confiables y oficiales.
Esto evitará que saques conclusiones precipitadas, y que llenes tu cabeza de pensamientos que pueden provocar impactos emocionales que solo harán más difícil cargar con toda la situación.
Es tanto lo que podemos llegar a sentir cuando alguien que queremos enferma, que solemos olvidarnos de nosotros mismos, y nos desgastamos física y emocionalmente. Además, a su vez, es posible que sintamos culpabilidad por no poder hacer más por esa persona querida.
Recuerda que no estás solo y, sobre todo, trata de no minimizar tus emociones. Está demostrado que aquellos pacientes que perciben cerca a personas importantes de su vida, tienen menos dificultades para hacer frente a la enfermedad. Por ello, no olvides que también eres importante y un apoyo fundamental para que tu ser querido se sienta respaldado y acompañado en todo el proceso.